Escribir
2.500 caracteres para hablar de un concierto de Daniel Johnston se
presenta, a priori, como una tarea delicada. Su conocido trastorno
bipolar hace que esta crónica no se pueda plantear como una de
convencional, y la mitificación de su figura en todo el mundo se
veía aquí acentuada por los siete años que hacía que no pisaba un
escenario español. Por suerte y contra todo pronóstico pesimista,
disfrutamos de un Daniel Johnston simpático, cómodo en el escenario
y aparentemente feliz.
Maurici Ribera y Mau Boada abrieron la noche con sus proyectos The Missing Leech y Esperit!, y la verdad es que cuesta imaginar unos artistas más idóneos para tocar con Daniel en Barcelona. El primero ha editado un fanzine dedicado al artista americano y realmente parece su versión catalana si nos limitamos a aspectos musicales. El segundo es un hiperactivo pozo de ilusión que después de innumerables proyectos se ha reinventado como un hombre orquesta del folk psicodélico. Durante cuarenta minutos presentaron canciones de ambos, colaborando puntualmente entre ellos.
Al
subir al escenario, la primera impresión que dio Daniel no fue
precisamente esperanzadora: vestido de chándal, arrojándose media
botella de agua encima cuando intentaba beber e interpretando él
solo tres canciones en las que intentó encajar los dedos en los
acordes correspondientes. Todo cambió a mejor cuando salió la banda
que le acompañó durante las tres fechas españolas, formada por dos
miembros de esa apisonadora de post-hardcore llamada Betunizer y un
bajista de Castellón. Junto a ellos, Daniel se limitó a cantar sus
canciones, algunas de las cuales se vieron energizadas hasta el punto
de que por momentos aquello se acercaba más a un concierto de punk
que a las expectativas agridulces que
muchos de nosotros teníamos. Aún y su desmejorado físico, los
exagerados temblores que tenía en los brazos y otras evidencias de
su enfermedad, todos aquellos que lo han visto repetidas veces
coincidieron en que se encuentra mejor que nunca y los que
abarrotábamos la Bikini pudimos disfrutar de una hora de concierto
plagada de sobrecogedoras canciones. Y es que todos los allí
presentes nos sentimos identificados con las letras del particular
artista cuando abarca el amor y, después de un bis que terminó con
“True love will find
you in the end”, no
podíamos hacer más que demostrarle nuestro más profundo afecto con
los más sinceros aplausos y sonrisas.
No hay duda de que acabábamos de vivir una noche histórica.
No hay duda de que acabábamos de vivir una noche histórica.
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